miércoles, 10 de junio de 2015

Heinrich Hoffman. Der Struwwelpeter.



Este no es un libro difícil de hallar; al menos no en la web. Hablar de conseguir una edición impresa a buen precio implica otro grado de dificultad. Por suerte pude sortearlo en su momento, y desde hace un par de años cuento con un ejemplar facsimilar en mi biblioteca, que comparto por las dudas algún lector despistado no lo conozca aún. "Der Struwwelpeter" (o  "Pedro Melenas", según la traducción que circuló) es un libro de cuentos para niños escrito y dibujado por el psiquiatra alemán Heinrich Hoffman en 1845, con un claro trasfondo moral: las transgresiones de los protagonistas suele acarrear severos castigos que incluso llega a costarles la vida, lo cual puede ser más virulento al pensar en la corta edad de los personajes y los destinatarios del mensaje, chicos de entre 3 y 6 años (como reza la portada).

Existe también un interesante disco grabado por  "The Tiger Lillies", de nombre Shockheaded Peter, que adapta y reinterpreta las historias concebidas por Hoffman, modíficándolas para volverlas más escabrosas, al filo del trabajo de Edward Gorey. No es casual que el grupo de música haya colaborado con el célebre ilustrador estadounidense, en su placa "Gorey End" (y no es casual que los mencione: a Martyn Jacques le debo en parte mi decisión de intentar tocar el acordeón).

A continuación unas pocas imágenes que sirven de referencia (con la versión en español del texto) y el consabido enlace.

Link de descarga a "Der Struwwelpeter".




¡Federico, Federico
era un demonio de chico!
A los bichos, por las malas,
les arrancaba las alas.
Mataba pájaros, gatos,
destrozaba sillas, platos;
y su maldad era tanta
que azotó a su nana, Marta.


Los papás de Paulinita
la dejan sola en casita
La niña corre, jugando
con su muñeca y cantando,
hasta que -¡Oh, maravillas!-
ve una caja de cerillas.
"¡Qué juguete! ¡Qué bonita!",
-dice, al verla, Paulinita:
"Voy a probar a encender,
como mamá suele hacer"
Pero Mina y Minz, las gatas,
alzan a la par sus patas
y chillan:
"¡Ay, miau, miau, no, no, Paulina!
¡Terminarás quemadita!"
Paulinita desatiende
el buen consejo, y enciende,
como se ve en la figura,
la cerilla -¡ay, qué locura!-
mientras salta de contento,
sin descansar un momento.

Pero Mina y Minz, las gatas,
levantan, locas, las patas:
"¡Tu mamá te lo ha prohibido!",
le dicen, con sus maullidos:
"¡Ay, miau, miau, no, no, Paulina!
¡Terminarás quemadita!"
Las llamas -¡ay!- han prendido
en la manga, en el vestido,
la falda, la cabellera;
¡Se quema la niña entera!
-¡Ay!- Mina y Minz, las gatitas,
¡cómo chillan, criaturitas!
"¡Auxilio!, ¡Ayuda, por favor!
¡Arde la niña, oh, pavor!"
"¡Miau, miau, traigan agua!
¡Qué espanto! ¡Miagua, miagua!"
La niña -¡qué gran tristeza!-
ardió de pies a cabeza.
Quedaron sólo cenizas,
y rojas, dos zapatillas.
Y Mina y Minz, las gatitas
lloran, lloran ¡pobrecitas!
"¡Qué tragedia, miau, miau miau!
¿Cuándo vendrán, papáu, mamáu?"
Y derraman, tristemente,
de lágrimas un torrente.


"¡Conrado!", dice mamá:
"Salgo un rato, estate acá
sé bueno, juicioso y pío
hasta que vuelva, hijo mío
y no te chupes el dedo
porque entonces —¡ay, qué miedo!—
vendrá a buscarte, pillastre
con las tijeras el sastre
y te cortará —tris, tras!—
los pulgares, ya verás".
Sale la señora y ¡zas!
¡Chupa que te chuparás…!


Se abre la puerta y de un salto,
entra en la casa, al asalto,
el terrible sastre aquél
que venía en busca de él.
Con la afilada tijera
le corta los dedos —¡fuera!—
y deja al pobre Conrado,
llorando desconsolado.
Cuando mamá vuelve al hogar,
Se lo encuentra -¡puro llorar!-
¡Sin pulgares se quedó,
el sastre se los cortó!

(Y de yapa, una imagen que me pasó un amigo, de Roland Topor homenajeando con su humor particular, la historia del pequeño Conrado. )

No hay comentarios:

Publicar un comentario