Sim. 19 de Julio |
No pretende esta ser una crónica de la guerra; el objetivo de este escrito es un sucinto punteo sobre acontecimientos que –en el marco de la Guerra Civil- constituyeron la llamada Revolución Española. No todos saben que, en 1936, el pueblo español gobernó y decidió sin representantes.
Son sucesos que no suelen ser estudiados en su real dimensión y que muchos desconocen pues, en el itinerario de revoluciones del Siglo XX, no suele estar incluida –sabemos que los recortes nunca son inocentes-.
Aligi Sassu. Fucilazione nella Asturie. 1935 |
Con la consigna de salvar a España estalló en el Marruecos español el 17 y 18 de Julio un levantamiento militar liderado por el General Francisco Franco. El gobierno del Frente Popular (que contra todo pronóstico venía negado la posibilidad de un golpe de estado) a través de llamamientos al orden, rechazó la posibilidad de ceder a las demanda de la entrega armas a las organizaciones obreras con la excusa de tener la situación bajo control; los Partidos Socialista y Comunista como integrantes del Frente Popular esperaban la orden para interceder en su favor. El 19 de Julio, las dos organizaciones obreras más importantes la CNT (Confederación Nacional del Trabajo –anarcosindicalistas-) y la UGT (Unión General de Trabajadores –socialistas-) llamaron a la huelga general en todo el país y el pueblo español –conocido por su combatividad- en las ciudades en que los sindicatos tenían mayor peso salió a las calles a reclamar armas para enfrentar al ejército.
En Catalunya ante la negativa del gobierno de la Generalitat, el 17 de Julio los trabajadores tomaron por asalto los cuartos de armas de distintos buques anclado en Barcelona. Por esta razón, al producirse la sublevación los obreros se encontraban preparados para hacer frente a los militares. Según el testimonio de Brué:
“Para los obreros barceloneses había llegado el momento (…) desde la Barceloneta, desde los barrios del puerto acudieron para cerrar camino a los insurgentes. Mal armados, cuando no iban con las manos desnudas, sin dirección centralizada, no conocían más que una táctica que consistía en echarse para adelante y sufrieron grandes pérdidas. Pero los muertos y lo heridos fueron inmediatamenente reemplazados y la multitud sumergió a los soldados (…)”
Algunos soldados se amotinaron y cambiaron de bando. Los edificios bajo el poder militar (la telefónica, el Hotel Colón) fueron reconquistándose y en la mañana del 20 de Julio los obreros se habían apoderado de la ciudad, de los cuarteles y de sus arsenales. Grupos armados de civiles se movilizaron hacia a otros pueblos y ciudades de la provincia y evitaron la sublevación. No existía ya ni guardia civil, ni policía, ni ejército que dependiera del gobierno. Companys, presidente de la Generalitat llamó a los representantes de la CNT-FAI –Durruti, Abad de Santillán y García Oliver - y tras reconocerlos como “los dueños de la ciudad” les presentó su renuncia. Pero los anarquistas se negaron a tomar el poder, tras lo que se constituyó un Comité Central Antifascista que integrado por los diferentes sindicatos y partidos, no respondía a la real correlación de fuerzas –la CNT tenía indiscutible hegemonía sobre el movimiento obrero, no así en dicho comité-. Los socialistas y comunistas habían intentado crear milicias dependientes de la Generalitat para reforzar la autonomía del gobierno de los militantes de la CNT y del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista, un minoritario partido de filiación leninista, cercano al trotskismo), pero su propuesta no prosperó.
En Madrid los obreros de la CNT sostenían una huelga desde comienzos de Julio, por lo que el 19 salieron a la calle a recuperar sus locales clausurados por la policía. La UGT también se sumó a la huelga general y el 20 los militares acantonados en el Cuartel de la Montaña fueron superados por la multitud enardecida que -sufriendo muchas bajas- logró penetrar las defensas militares, fusilando a los oficiales y haciéndose con armamentos.
En Valencia los militares sublevados se encerraron en sus cuarteles y el 27 los obreros se lanzaron al asalto de los cuarteles con armas enviadas desde Madrid y Barcelona, apoyados por soldados amotinados que -tras la victoria- pasaron a integrar las milicias.
El gobierno capituló y el poder fue reconocido al Comité Ejecutivo con características similares al de Catalunya.
Así, en los últimos días de Julio España se había dividido, puesto que si bien la sublevación había fracasado en los centros más importantes del país, el alzamiento militar triunfó en muchas provincias. Comenzado el conflicto bélico, el gobierno republicano se vio privado de su organización armada y siendo que las milicias obreras eran las que detentaban el poder de hecho, la revolución no se hizo esperar.
A fines de 1936 George Orwell –creador de “1984” y “Rebelión en la Granja”- desembarcó en España como corresponsal periodístico pero rápidamente se incorporó a las milicias; su impresión al llegar a Catalunya fue la siguiente:
“El aspecto de Barcelona resultaba sorprendente e irresistible.
Por primera vez en mi vida, reencontraba en una ciudad donde la clase trabajadora llevaba las riendas. Casi todos lo edificios estaban en mano de los trabajadores y cubiertos con banderas rojas o con la bandera roja y negra de los anarquistas (…) En toda tienda y en todo café se veían inscripciones que proclamaban su nueva condición de servicios socializados; hasta los lustrabotas había sido colectivizados y sus cajas estaban pintadas de rojo y negro.(…) No quedaban automotores privados, pues habían sido requisados, y los tranvías y taxis, además de buena parte de los otros transportes, ostentaban los colores rojo y negro.(…)los altoparlantes vociferaban canciones revolucionarias durante todo el día y hasta muy avanzada la noche. (…) Parecía una ciudad en las que las clases adineradas habían dejado de existir. (…) Casi todo el mundo llevaba tosca ropa de trabajo, o bien overoles azules o alguna variante de uniforma miliciano. (…) No había desocupación y el costo de la vida seguía siendo extremadamente bajo. No se veían personas manifiestamente indigentes, y ningún mendigo, exceptuando a los gitanos. (…)Los seres humanos trataban de comportarse como seres humanos y no como engranajes de la máquina capitalista. (…)En las calles carteles llamativos aconsejaban a las prostitutas cambiar de profesión”.
En las ciudades y en el campo, los medios de producción y las tierras eran apropiados por los obreros y campesinos. Las propiedades de la iglesia fueron las primeras en ser expropiadas (cuando no destruidas). Muchas fábricas importantes se encontraban paralizadas, debido a la fuga de sus dueños al extranjero. Pasado los primeros días del alzamiento se tomaron medidas para la reactivación de la producción. Todo esto enmarcado en las características de la descentralización, librada cada medida a la iniciativa de cada sindicato o incluso de cada grupo de obreros.
Por esta razón la cuestión de la propiedad varió según la supremacía de una u otra tendencia: en Catalunya en donde la CNT era la organización más poderosa, el 70% de las empresas fueron incautadas y sindicalizadas; lo mismo sucedió en Levante. En cambio en Madrid, donde la influencia mayor la ejercía la socialista UGT, las empresas más importantes fueron puestas bajo el control de una comisión de delegados sindicales y gubernamentales.
En Catalunya el proceso de colectivización de la industria se dio con mayor profundidad que en cualquier otro lugar de España. Durante cuatro meses las fábricas fueron administradas y controladas por los propios trabajadores. En octubre de 1936 una asamblea representativa de 600.000 obreros impuso al gobierno catalán un decreto por el cual se institucionalizaba la socialización de las empresas –que existía de “hecho”-.
En cuanto al sistema de retribuciones, en algunas empresas –por ejemplo la industria de pesca de Gijón- los trabajadores no recibían sueldo alguno. Llevando adelante las propuestas anarquistas más avanzadas, los comités de abastos proveían de alimentos e indumentaria contra presentación de una cartilla; cuando no fue posible abolir la paga, se estableció un salario uniforme, sin jerarquías. En otras fábricas se mantuvieron las diferencias de salario implantando un tope. En algunas, los salarios variaron según los beneficios logrados y dependiendo de la categoría de cada trabajador.
En el campo los campesinos –nucleados en mayor medida en la CNT y también en la UGT- resolvieron seguir cultivando las tierras por sus propios medios y las colectividades comenzaron a surgir de forma espontánea. Sin embargo hubo casos en que se impuso de forma violenta, mediante la expropiación masiva a grandes propietarios, en algunas oportunidades con su ulterior fusilamiento.
En Aragón, tras el paso de la Columna Durruti se constituyeron cerca de 450 colectividades que agruparon a 400.000 campesinos. Fue allí en donde los anarquistas pudieron desarrollar más ampliamente sus experiencias libertarias.
En Levante, donde la dirección era compartida por las dos centrales sindicales, se formaron cerca de 900 comunas. En Castilla 300 que integraban a 100.000 campesinos.
El funcionamiento que se impuso en general (hubo infinidad de variaciones) consistió en que en cada localidad los campesinos eligieran en asamblea un comité administrativo encargado de dirigir la actividad económica. Todos los bienes materiales (excepto los de uso personal) pasaron a ser propiedad colectiva. Se estableció un sistema de salario uniforme en función de las necesidades de cada familia. En algunas comunas el dinero fue abolido empleándose bonos que eran canjeados por los productos en el mercado de la comuna.
(Existen estudios sobre el fenómeno de las colectivizaciones a cargo de Frank Mintz, que por cuestiones de espacio no desarrollaré. El link para quién le interese)
La UGT y fundamentalmente la CNT impulsaron colectivizaciones de fábricas, minas y tierras, despertando la alarma en las direcciones del Frente Popular –republicanos, socialistas y comunistas- que veían en la Revolución una amenaza para establecer alianzas con Francia e Inglaterra. Surgió así el problema entre quienes no concebían la posibilidad de ganar la guerra sin hacer la revolución y quienes sostenían la necesidad de ganar la guerra sacrificando los avances revolucionarios.
Paulatinamente el aparato estatal fue reconstruido, y las organizaciones revolucionarias fueron cediendo ante la presión del creciente Partido Comunista. Es necesario recordar que los procesos revolucionarios se dieron en el marco de una guerra y que el ejército de Franco –soldados con preparación militar- contaba tanto con armamentos como con el apoyo de Alemania e Italia. El heterogéneo “bando republicano” no recibió ayuda de ningún país. Sólo México –en un principio- le vendió armamento. El PCE (luego unificado con el PS) ganó terreno como consecuencia de la venta de armas a precios exorbitantes por parte de la URSS; esto permitió a los rusos presionar e inclusive tomar decisiones guiadas por sus lineamientos de la Tercera Internacional, neutralizando a la CNT/ FAI y al minoritario POUM.
Las internas dentro del bando republicano tuvieron su punto álgido –llegando a enfrentamientos armados- en las “Jornadas de Mayo” de 1937, en Catalunya, magníficamente relatadas por George Orwell en su imprescindible “Homenaje a Catalunya” (quien no desee leer el libro tiene la posibilidad de ver una adaptación fílmica –con algunas imprecisiones-: “Tierra y Libertad”).
Restaurado el orden, llegó la represión a anarquistas y militantes del POUM y a partir de allí no se habló más de revolución. Los avances en las colectivizaciones fueron desmanteladas como guiño a los gobiernos democráticos de que la victoria de la república no implicaba la victoria de una revolución. Inclusive el historiador británico Hugh Thomas reconoce irreconciliable del proyecto republicano con la revolución. Sin embargo la ayuda nunca llegó: Francia cerró sus fronteras, Mussolini acordó con Inglaterra retirar sus tropas una vez ganada la guerra. Negrín, presidente de la República (perteneciente al PCE) retiró a las Brigadas Internacionales –grupo de voluntarios llegados de todas partes del mundo- como gesto para los gobiernos democráticos, mientras a partir de noviembre de 1938, la URSS suspendió los envíos de armas. Y la ayuda nunca llegó.
En Enero de 1939 Barcelona cayó en manos del ejército y el 20 de Marzo Franco las calles de Madrid fueron el escenario del “Desfile de la Victoria”
Es impreciso afirmar que –en principio- la Guerra Civil Española fue una lucha en defensa de un gobierno republicano, debido a la fuerza del movimiento anarquista y a la combatividad de los sindicatos. Se pretendió llevar adelante una revolución, enfrentando al fascismo mientras el gobierno republicano, impotente, no tenía los medios para oponerse a las transformaciones en el campo y la ciudad. Durante el período revolucionario la actuación de los partidos políticos fue mínima y en la mayoría de los casos lamentable. Y es precisamente ésa la razón por la cual la Revolución en España no ha sido estudiada ampliamente. Porque ¿Quién puede reivindicarla? Por lo general los historiadores marxistas (a excepción de los trotskistas) suelen restarle importancia –cuando no ignorar- los avances del pueblo español, como olvidan o ignoran –acá sin excepción- los sucesos de Ucrania en el período 1917/ 1921, o el alzamiento de Kronstadt en 1921.
Lamentablemente la historia no enseña –o las personas no aprendemos-, por lo que desde mi perspectiva es inconducente estudiar episodios históricos en función de un futuro promisorio que nos permitirá –o más bien le permitirá a los revolucionarios- no volver a cometer los mismos errores. Porque como sentencia el viejo Rivera “La revolución es un sueño eterno”. A lo largo de la historia los cuerpos muertos de quienes genuinamente anhelaron transformaciones radicales fueron los peldaños que emplearon los nuevos líderes para que todo volviera a su lugar.
Más bien creo en la necesidad de rescatar la dignidad de un pueblo que tomó el destino en sus manos, mientras “sus representantes” no podían más que mirar impotentes; de rescatar como un pueblo en armas salió a las calles a combatir el fascismo e imponer una revolución. Justo hoy en que otro pueblo va a las urnas para legitimar a un fascista…
Bibliografía:
Perla Haimovich. La Revolución Española. Fascículo 57 de la Historia del Movimiento Obrero. 1973. CEAL
George Orwell. Homenaje a Catalunya. (Editorial ¿?) Diciembre 2006.
Frank Mintz. Autogestión y anarcosindicalismo en la España Revolucionaria. Libros de Anarres; Colección Utopía Libertaria. 2008.
Hugh Thomas. La Guerra Civil Española. Tomo II. Alzamiento y Revolución. Editorial Hyspamérica.1980.
Excelente compañero, es realmente un gusto pasear por un rincon de sombra. Cada parrafo dan cuenta de un trabajo concienzudo, compañados, por supuesto, de una pluma prolija y certera.
ResponderEliminarMe detengo en esta esquina, como podría haberlo hecho en tantas otras, para dejarte un fuerte abrazo.
por muchos años mas de tiniebla ...
saludos,