domingo, 25 de noviembre de 2012

George Grosz. Los Años de Berlín.











"Realista como soy, me sirvo de la pluma y el pincel principalmente para dibujar lo que veo y observo, y eso casi nunca es romántico, sino prosaico y poco placentero. El diablo sabe cómo ocurre: si uno mira con atención, hombres y objetos aparecen miserables, desagradables y, frecuentemente, absurdos o ambivalentes. Mi observación crítica siempre es una suerte de pregunta sobre el sentido, el fin y el objeto... pero rara vez hay una respuesta satisfactoria. Por eso hago mis dibujos a modo de respuesta. ¡Sobrios y sin secreto! Así pasan los hombres unos al lado de otros... donde estuvieron quedan lugares vacíos; con los medios de que dispongo intento captar esto".

George Grosz


El viaje a Rusia y sus consecuencias. 1922 (Extracto)

En 1921 aparecieron en la Editorial Malik catorce relatos de Martín Andersen Nexö con doce dibujos de Grosz titulados Passagiere der letzten Plätze [Pasajeros de las últimas plazas]. El autor y el ilustrador donaron sus derechos a la Ayuda de los Artistas contra el Hambre en Rusia. Desde la Revolución Rusa de 1917, este inmenso imperio atraía cada vez más el interés de los círculos intelectuales occidentales. Ya en 1914 se había escindido del SPD el Grupo Internacional, denominado Spartakus desde ene­ro de 1916, bajo la dirección de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, con el fin de pri­var de todo apoyo a la política bélica alemana y fomentar la lucha de clases interna­cional contra la guerra. En noviembre de 1918 se fundó la Liga de los Espartaquistas y el 31 de diciembre de 1918 el Partido Comunista Alemán. Ese mismo día ingresa­ron en el partido John Heartfield, Wieland Herzfelde y George Grosz.
 Los tres habían puesto grandes esperanzas en el proletariado revolucionario; Rusia era el modelo y la revolución mundial el objetivo declarado. Cuando Rusia sufrió una gran hambruna en 1921, se formó espontáneamente en Berlín el comité de Ayuda de los Artistas contra el Hambre en Rusia, dirigido por Käthe Kollwitz, George Grosz, Alfons Paquet y Arthur Holítscher, y con Erwin Piscator como secretario.

En el verano de 1922 emprendió un viaje de cinco meses por Rusia con el escritor da­nés Martin Andersen Nexö (…) a invitación del Partido Comunista de la URSS. Nexö escribiría un libro sobre Rusia y Grosz realizaría las ilustraciones.

Tras las complicaciones iniciales pudieron continuar el viaje y, después de un excitante viaje en tren por la misteriosa, odiada y amada Ru­sia, llegaron a Leningrado. Los funcionarios y comisarios del pueblo aprovecharon la llegada de Grosz y Nexö para reunir a un pequeño grupo de escritores y artistas ex­tranjeros y discutir el proyecto de un acercamiento cultural entre los escritores de la Unión Soviética y los escritores simpatizantes de los países occidentales. Después viajaron a Moscú -audiencia y apretón de manos con Lenin y sus secretarios Bucharin y Radek, dos visitas a Tatlin- y a Leningrado, desde donde un vapor les llevó a Stettin. Grosz y Nexiö se distanciaron durante el viaje.

En su autobiografía “Hin kleines Ja und ein grosses Nein” Grosz describe detenidamente sus impresiones: Mi viaje no fue ningún éxito. No me desilusioné, pero tampoco se puede decir que me agradara lo que había visto. No me pude sacar en Rusia la paja que tenía entonces en los ojos cuando veía a los países capitalistas. No era un país para mí y para mi arte, eso lo percibía claramente. Y como no era un proletario, tampoco po­día "liberarme" allí. Me pueden oprimir, prohibir mis obras, hacer pasar hambre o casti­gar físicamente, pero no pueden sojuzgar mi espíritu. A las ideas no se les puede ence­rrar en campos de concentración, lo mismo que a las imágenes no se las puede encerrar en mi cabeza, y eso me excluye como seguidor de cualquier liberador de las masas. No siento ninguna simpatía, sino una profunda desconfianza, por la política de los super­hombres.

En 1923, tras su viaje a Rusia, Grosz abandonó el Partido Comunista. No sólo le ha­bía desilusionado el viaje. Grosz era demasiado escéptico para creer sin reservas en el comunismo practicado por Moscú, con su conciencia de estar cumpliendo una mi­sión, e interpretaba con asombrosa lucidez los signos de su tiempo: ¡A la izquierda se reparten golpes lo mismo que a la derecha! ... No soy ni un idealista ni un inocente so­ñador de los de Rolland. Si hubiera llegado el comunismo... (lo que era completamente imposible, por supuesto), sólo supongamos,... habría mil veces más emigrantes en los pa­íses vecinos. Todo es una lucha brutal y absurda por el poder.. y a mí sencillamente me falta la fe para imaginarme un mañana tan hermoso con ángeles. La derecha y la iz­quierda siempre están diciendo memeces sobre un "mañana" mejor. Se acabó... ¡Basura! ¡Mierda!... el que está abajo también está abajo en la patria del proletariado. El que es­tá arriba, pues está arriba y puede mandar ¡Se acabó! No soy un idealista, escribía a su amigo Max Herrmann-Neisse desde su exilio en Nueva York, y: ...creéme, querido Max,... si mañana la bandera fuera roja no lo notarías... los mismos aduladores y rastre­ros, el mismo culto al poder, la misma sumisión,... ejecuciones, torturas, expediciones de represalia... etc., exactamente lo mismo...en cualquier caso el hombre pequeño tiene que obedecer.
 
Texto del libro "George Grosz. Los años de Berlín." de Ralph Jentsch. Electra, 1997.

1 comentario:

  1. No tengo la más mínima pizca de talento, a veces me saturo con un par de imágenes muy bien hechas. Son para mí mucha información que no alcanzo a asimilar con los esquemas que tengo, que son muy primarios.

    Pero la lucidez de la desconfianza de George Grosz es tan clara que sólo puedo repetirme aquello de "Ideas claras proceden de una mente clara".

    Aunque hay mentes claras para el arte y a la vez para la situación de los seres humanos, en algunos artistas su visión quizá, pueda ser clara para las imágenes que componen... y no para la realidad que analizan.

    Aunque, ¿qué sabré yo de la realidad?

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