viernes, 7 de septiembre de 2012

Sergio Sergi. II.















A continuación extractos de una entrevista realizada al genial grabador Sergio Sergi. Según Andrés Cáceres, el entrevistador:

Era reacio a las entrevistas y cuando tuve la oportunidad de grabarlo, lo hizo a condición de que no publicara, algo que respeté mientras vivía. 
Con el grabador en la mesa, habló siguiendo el hilo de su pensamiento, sin hacer caso, mayormente, de las preguntas y algunas rechazándolas de plano El tono algo zumbón, aun cuando el tema era grave, volvía más seductora su confesión. Parte de ese encuentro es lo que sigue:  
 
“Detesto las entrevistas, salir en los periódicos y que se hable de mí. Mi vida no tiene nada de interesante. Ha transcurrido en las sombras, es oscura. Si acaso dije alguna vez que admiraba a los periodistas, ha sido la primera mentira que recuerdo haber dicho, aunque en realidad algunos de ellos suelen ser admirables, sobre todo los que son mis amigos.

"Nunca presumí de mi valentía. La única valentía que tengo es la de confesar mi cobardía, que es la condición biológica del hombre normal. En 1915 estuve en el frente pero no maté a nadie y nadie quiso matarme a mí. Cuidé enfermos por la guerra durante un año y cuatro meses de hambre feroz. No llegué a comer ratas, pero sí carne de caballos muertos. Tal hambre tenían los caballos que buscaban entre la arena y la madera un poco de paja. Ningún caballo come paja. Aquellos la comían junto con arena y madera y de eso morían”.

“Para un alma archivista, la gente puede encasillarse y catalogarse. Yo tengo una clasificación quizá simplista pero efectiva desde mi punto de vista: los hombres o son sinceros o no lo son. Hay tipos metódicos que hasta el amor lo hacen por el calendario. Considero que la vida consiste en vivirla como se la siente. Cada cual seguir su camino, su vocación. Buscar su propia experiencia. Los hombres no sinceros no me interesan. Los otros, aunque puedan ser antipáticos, me interesan por lo que pueden dar. La amistad no consiste en estrecharse un par de veces las manos”.

"Me confieso impulsivo. Sigo mis instintos, que son caprichosos, y no tengo método ni disciplina alguna. Soy un disconforme conmigo mismo. Me siento fracasado y hubiera querido ser más y mejor. Ahora, en la etapa descendente de mi vida, cansado, me siento fuera de la órbita que rige y dirige la plástica. Me siento distante.

"Creo, a pesar de todo, en el arte. A mi juicio, se deben respetar todas las tendencias, pero el único ismo es el artismo: hacer con arte. La invención de los ismos, que ha invadido últimamente al arte, me hace suponer que está en decadencia, pues no son más que sarampiones de moda. Por eso a un joven de veinte años le diría que siga sus inclinaciones, que pregunte menos y observe más.


“He tenido alumnos notables y una de mis satisfacciones es la amistad que tengo con mis ex alumnos. Carlos Alonso, Enrique Sobisch y Supisiche, entre otros de igual mérito, que ahora no recuerdo, fueron alumnos míos. Supisiche, a quien le falta el brazo izquierdo, me hizo avergonzar muchas veces de mis dos brazos. Durante algunas vacaciones que pasamos juntos, me humilló con su habilidad para remar, cazar, pescar. Hasta me superó en la plástica”.

"A Sobisch no pude darle lo que le di a Alonso: disciplina. A los alumnos de la academia se los deja ahora hacer abstracto y se reciben de profesores y no saben dibujar. No estoy en contra de lo abstracto, pero primero se debe aprender a dibujar una cabeza, una naturaleza muerta. Para deformar, primero hay que saber hacer una cosa. No es lo mismo tener necesidad de deformar, que deformar algo por no saber hacerlo. El abstractismo es una moda pero hay que respetarlo como a todas las tendencias”. 

Fuente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario