sábado, 14 de julio de 2012

José Hernández. La Metamorfosis. Última Parte.








HOMENAJE A UN MAESTRO.
por José Hernández.

Para un pintor la ilustración de una obra literaria puede sin duda constituir una labor grata y enriquecedora, pues si en su aspecto puramente funcional pone de manifiesto la versatilidad inherente a todo creador, en un sentido más general amplía considerablemente su propio universo.
De la elección adecuada del texto dependerá en gran medida que tanto el proceso como el resultado final sean ambos igualmente satisfactorios.
Las motivaciones para emprender tan apasionante tarea pueden ser va­rias, pero tal vez lo más determinante sea el deseo de identificación con dicha obra literaria. Esta circunstancia de predisposición será la que, a través del estudio minucioso del texto, haga posible una verdadera compe­netración con el autor, conductor incuestionable en este maravilloso viaje a dos.
Es natural que el pintor halle estas cualidades en algunas obras, bien por su temática, o simplemente porque imágenes afines provoquen no sólo el acercamiento sino además el deseo de penetrar en el misterio de esta atracción particular. No es menos natural que el pintor tienda a conservar, en la medida de lo posible, su identidad gráfica propia; en ambos casos estará aportando al proyecto, en esencia, dos de sus más íntimas cualida­des. No creo que sea sólo esta circunstancia la que determine de una forma objetiva la validez de esta experiencia. El éxito de la empresa dependerá siempre, a mi entender, de la adecuación con la literatura sin excesivo forzamiento. Sólo así el problema de la fidelidad o infidelidad al texto pasa necesariamente a un segundo plano de importancia.

Estas consideraciones no son más que el producto de una experiencia personal que, quizás por su carácter de intransferible, no puede ser norma. La metamorfosis de Franz Kafka fue una de mis primeras lecturas de adolescente y la que sin lugar a duda causó mayor efecto en aquel joven pintor apenas iniciado. Este mágico encuentro me produjo la sensación reconfortante de haber, al fin, hallado alguien que sabía de mi malestar, de mis ansias por ser comprendido, alguien con quien dialogar; en definitiva, alguien en quien confiar. Esta sensación deja en mí una huella profunda, pues era evidente que no estaba yo tan solo y desamparado como creía.
Pese a una situación ambiental difícil en aquellos momentos, pese a lo crítico de la edad y a mi carácter ciertamente introvertido, todo parecía encajar. La hostilidad exterior no suponía ya impedimento para dar rienda suelta a mi imaginación. Si, como dicen, el límite del hombre es el límite de la imaginación, así me gusta que sea, pues deja al hombre indefinido, de cara a un horizonte ignorado por el que poder avanzar libremente, como explorador de sí mismo...

A esta primera lectura febril, pero sin duda provechosa, siguieron otras algo más sosegadas y de otros autores, aunque en una misma dirección. El campo empezaba a ser menos abrupto, el horizonte más visible, el agua de las fuentes se tornaba clara. Aquella primera obra, elaborada a partir de sensaciones más que de ideas, empezaba a cobrar forma, empezaba a tener sentido. Hasta entonces esas sensaciones se me aparecían y yo mismo las ocultaba por temor a que me juzgaran demasiado infantil. Todo parecía encajar.
Los dibujos de hoy me han valido, entre otras cosas, para rememorar -cuando la serenidad me lo ha permitido- escenas o situaciones vividas dentro o fuera del texto, no sé muy bien si por él o por mí, en cualquier caso vividas por alguien.
Después de evocar estos recuerdos de adolescencia y otros no tan leja­nos parecía evidente que tarde o temprano llegaría, como ha llegado, el momento oportuno de rendir el sentido homenaje a mi tan querido autor y maestro, a quien debo fidelidad y gratitud.        

2 comentarios:

  1. Simplemente increíble! Hay una densidad en la obra de José Hernández, muy difícil de descifrar. Gracias por el post.
    Usted estaba en la muestra de Szalay? He viajado desde Brasil a Buenos Aires sólo para eso. Yo estaba muy emocionado, no sólo por la muestra, pero también por entender la grand importancia del dibujo en este país.
    Abrazo,
    Luciano

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  2. Hola Luciano, un gusto tenerte de nuevo por acá.

    Me alegro que te acercaras hasta Buenos Aires a presenciar la muestra del maestro húngaro. Seguramente bien lo valió. Espero que hayas podido hacerte con los catálogos de la exposición y descargar desde la web los viejos libros de Szalay publicados en Argentina. Más siendo que sos un estudioso del asunto. Por mi parte, fui unas cuantas veces, debido a que creo que es la forma de disfrutar enteramente una exposición de esta magnitud.

    (De paso, me quedé pensando sobre lo poco que sé sobre el dibujo en Brasil)

    Me alegro también, que te guste el trabajo de Hernández. No cuento con más libros suyos, así que de momento no habrá material nuevo de él en el blog.
    Prometo, eso sí, presencia de dibujantes argentinos. El próximo post estará dedicado a uno de los clásicos.

    Saludos.

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